Mi querido Nebrija

Nebrija 1

 

Reconozco que fui una niña rara. Entre los 11 y los 14 años me enamoré de Julio César, disfruté con la lectura de El Quijote y admiré a Antonio Nebrija, de quien el próximo 2 de julio se cumplen 500 años de su muerte. Una efeméride que debemos celebrar tantas personas como en el mundo hablamos lenguas derivadas del latín e, incluso lenguas indígenas de América y Filipinas.

 

Particularmente debo a César, Cervantes y Nebrija mi amor por la palabra y por los libros que se forjó en aquellos años. Ellos, junto a dos buenas profesoras, Marisa, en Gramática, y María Rosa Manzanares, en Latín, alumbraron mi camino en la literatura.

 

El buen hacer de María Rosa convertía la traducción de la Guerra de las Galias en un juego, un desafío en el yo me sentía como una cronista que acompañaba a las legiones de César en su peripecia por las Galias, pertrechada con el diccionario de Vox y la gramática latina de Luis Vives.

 

Si con el latín de César mi imaginación se desbordaba de aventuras, con el castellano de Cervantes descubrí la poesía, la ironía, el idealismo, la rebeldía, que los caballeros se alimentan con frugalidad para tener el ánimo presto y emprender grandes gestas. Imaginación a cien por hora y la decisión de que yo también escribiría para emular a mis héroes.

 

Gramática contra la ignorancia

 

La figura de Antonio Nebrija está ligada a mi querencia por las lenguas. ¡Qué descubrimiento supuso para mí el latín! Julio César ha decaído con el paso de los años, aunque siempre tendré por él cierta debilidad. Sin embargo, mi entusiasmo por Cervantes y Nebrija ha ido creciendo con el tiempo.

 

En la celebración de estos quinientos años que han transcurrido desde la muerte del gramático y humanista es importante que recordemos el motivo de su ingente trabajo: combatir la ignorancia con la Gramática. Toda su obra y su empeño educativo fueron una pelea contra la degradación de la lengua –en referencia al latín utilizado por profesores, médicos y letrados– que había llevado al empobrecimiento cultural.

 

El latín hablado en las antiguas provincias del Imperio Romano había degenerado tanto que los profesionales no entendían los textos clásicos de medicina, legislación y otras materias, lo cual mermaba mucho sus conocimientos.

 

Para enmendar esta situación Nebrija publicó sus Introductiones latinae. Un auténtico éxito en su época, de cuya primera edición se editaron 1000 ejemplares que se agotaron enseguida. Ello hizo que a lo largo de su vida se publicaran varias ediciones corregidas y aumentadas por el autor.

 

Obra pionera

 

Sin embargo, la Gramática de la lengua castellana, por la que en la actualidad es más conocido, no tuvo tanta difusión y no empezó a ser reconocida hasta dos siglos después de editada.

 

Esta gramática tiene, entre otros, el mérito de ser la primera de una lengua vulgar, realizada con el objetivo de que la mayoría de la población que solo hablaba castellano tuviera la oportunidad de aprender a hablarlo bien.

 

Dice Antonio Quilis que Nebrija realiza «el primer engarce de las piezas de nuestra gramática, que andaban sueltas y fuera de regla, y el primero que articuló una ortografía coherente». Transcurrieron décadas antes de que se publicaran gramáticas del italiano, del francés y del portugués, deudoras todas ellas de las de Nebrija, al igual que las de las lenguas indígenas de América y Filipinas.

 

En la actualidad continúan los esfuerzos por salvar este patrimonio como el primer diccionario Mbyá-Español, Español-Mbyá Guaraní de Juan José Rodas, Kuaray Poty y Carlos Benítez, del que he hablado en este blog.

 

Errores intencionados

 

La obra ingente de Nebrija no ha estado exenta de polémicas ni de las mezquindades de quienes intentaron aprovecharse de ella en beneficio propio, tanto en su tiempo como en siglos posteriores.

 

Al gramático nacido en Lebrija que criticaba la servidumbre, «la dominación tan injusta y tiránica, que no se permita, respetando la piedad, decir libremente lo que pienses», le hubiera escandalizado la interpretación malintencionada que le atribuye la consideración del castellano como lengua del imperio.

 

«Siempre la lengua fue compañera del imperio; y de tal manera lo siguió, que juntamente començaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caída de entrambos». Esta es la frase que recoge José Antonio Millán en su libro Antonio Nebrija o el rastro de la verdad.

 

Nebrija se refería al latín, no al castellano. La publicación de su Gramática en 1492 coincidió con la toma de Granada y la conquista de América, cuando no existía ningún imperio español.

 

Independencia de criterio

 

Nebrija introdujo el Renacimiento en Castilla, se hizo impresor y fue el primero en plantear los derechos de autor. Su independencia de criterio le valió en muchas ocasiones el enfrentamiento con sus colegas y la persecución de la Inquisición.

 

Fue un intelectual que primaba la búsqueda científica de la verdad sin distinción de géneros. Escribió un manual específico para que las monjas mejoraran su latín e instruyó a su hija Francisca, la única de sus nueve vástagos, que siguió sus pasos. Eva Díaz Pérez en El sueño del gramático convierte en narradora de su novela a la hija de Nebrija.

 

Mi querido y admirado Antonio Nebrija los millones de personas que en el mundo hablamos español estamos en deuda contigo, porque quisiste que conociéramos nuestra lengua para que así pudiéramos pensar mejor.

Suscríbete a mi
newsletter

Último post

Compartir