En su última novela de la serie Mario Conde, Leonardo Padura nos plantea el dilema de las Personas decentes para sobrevivir en medio de la corrupción.
Vuelvo con Padura, al que visitamos con motivo de la publicación de su anterior novela, Como polvo en el viento, porque me gusta recalar en los puertos literarios donde siempre encontramos placer. La cuestión que plantea el autor cubano no tiene una respuesta fácil y es en la forma en que nos plantea este asunto en toda su complejidad, donde reside, entre otros, el acierto de esta historia.
No hay paraísos en la tierra
La corrupción, desgraciadamente, forma parte de la humanidad. Se da en dictaduras y también en democracias. La diferencia estriba en que en las primeras se oculta y en las segundas existen leyes para intentar atajarla, aunque no sea fácil y se imbrique en el sistema amenazando su existencia y dificultando su erradicación. Sin embargo, hay jueces, policías y ciudadanos decentes que no cejan en su lucha para que se castigue a los corruptos y se les baje de los podios en que estaban subidos.
Quienes hemos vivido bajo una dictadura durante alguna etapa de nuestra vida y hemos accedido a sistemas en los que rige el Estado de Derecho sabemos que no hay paraísos en la tierra, pero también distinguimos las notables diferencias que produce este fenómeno, siempre condenable, en las personas, según el régimen político en el que viva. Aquí, como en casi todo no sirven las generalizaciones.
Después de hablarnos del exilio cubano en Como polvo en el viento, Padura ha escrito la mejor de todas sus novelas protagonizadas por Mario Conde, con quien hemos atisbado la historia de la isla caribeña en los últimos sesenta años, a través de este policía reconvertido en librero de viejo y siempre con un horizonte vital inestable, que a pesar de los pesares sigue aferrado a su tierra.
La novela más policíaca de Mario Conde
De la mano de Conde vamos un poco más allá y volvemos a los primeros años de la República cubana. Con dolor Mario Conde analiza la historia de su país y se pregunta por qué una y otra vez los sueños se quiebran en pedazos. En el contexto de la visita de Obama, primer presidente estadounidense que fue a Cuba, la novela plantea una doble trama criminal fraguada en dos épocas diferentes entre las que dista un siglo.
El autor advierte en las anotaciones finales que es su novela más policiaca, la que le ha supuesto mayor investigación en determinados aspectos y también la más llena de acción y de ritmo más trepidante.
El dilema de las personas decentes
En la vida de las personas decentes hay momentos en que, cuando la injusticia y el oprobio se adueñan de la situación, se ven obligadas a actuar de una forma que nunca hubieran imaginado. Incluso como lectores comprendemos que si la ley no se aplica igual para todos inicia el camino para legitimar la rebelión.
La evidencia de que «la justicia es necesaria, pero no necesariamente justa», deja siempre una sensación de derrota que hace que:
Alguien con acendradas creencias religiosas llegue a suicidarse, aunque sea un gran pecado según su conciencia, porque ha llegado a la dolorosa conclusión de no puede haber infierno peor que en el que vive.
Alguien como Conde haga sus confesiones más desgarradoras y profundas, porque «a pesar de las ilusiones perdidas…que se hicieron polvo en el viento» aspira todavía a instantes de felicidad, aunque sean muy difíciles de mantener.
Alguien llegue a la conclusión de que «una persona decente puede degradarse y hasta convertirse en un criminal».