Ana María Matute decía que un cuento ha de ser «breve, redondo y jugoso como una naranja». Cualidades que encontramos en los relatos de Maite Cabrerizo @kalores67, que hoy presenta Me bien mal que te mueras, editado por OléLibros en el Teatro Tribueñe de Madrid (C/ Sancho Dávila, 31) a las 20 horas.
Maite Cabrerizo compone una elegía por Rosiña, en la que convierte el dolor por la amiga fallecida en una reivindicación por la vida. Además de a Rosiña, hay otras personas a las que la autora echa de menos, que forman parte de un barrio y de un tiempo desaparecidos. Ya nadie responde cuando suena el teléfono.
La autora mezcla hábilmente los relatos más personales con otros en los que resuenan los ecos de los años en los que ejerció como redactora de sucesos. En ese terreno donde se mezcla la imaginación con una realidad social muy dura los cuentos de Cabrerizo alcanzan sus mayores logros.
La importancia del orden de los relatos
El inicio es potente con dos historias de la altura de Dos segundos y Fotoperiodismo –este último es mi favorito–, que al terminar obligan a levantar los ojos de los lectura y tomar aliento para recuperarse de la emoción suscitada.
Cabrerizo maneja los tiempos con el orden que establece para sus relatos, da al lector los respiros necesarios para seguir su vaivén de emociones que convierte lo cotidiano, como el cuento titulado Tratado de economía doméstica, en prosa poética y el dolor, en el recuerdo más hermoso, como sucede con la sorprendente Historia de amor más bonita con la que la autora cierra el libro.
A Cabrerizo le gusta jugar al despiste con los lectores, a quienes inevitablemente arranca una sonrisa cuando se ven envueltos en sus redes. Por muy duro que sea lo que cuente no entristece porque contempla la vida con generosidad. Domina muy bien el elemento sorpresa, que sigue siendo fundamental para lograr que el relato sea redondo y nos deje un grato recuerdo.
Complicidad con los lectores
La emoción palpita en cada una de estas historias, reflejo de una existencia que, cuando creíamos que nos está besando, nos arrebata lo que más queremos. Esa amistad que sabemos que siempre ha estado ahí; ese silencio del teléfono que nadie contesta, ese amor por encima de las palabras.
Relatos a los que la autora imprime un estilo propio, en el que se mezclan lo clásico y el experimento literario, siempre tratando de ir más allá en un juego en el que nos hace partícipes y cómplices de sus vivencias.
Un toque de magia
Me disponía a escribir esta reseña en mi casa de Pontevedra, donde el Covid me había sorprendido trastocando todos mis planes, cuando entre los ejemplares de la colección de la vieja Biblioteca Salvat –referencia inevitable de los clásicos que iluminaron nuestra adolescencia– encontré un volumen dedicado a Ignacio Aldecoa.
El toque de magia de la literatura siempre está ahí y ya no creo que sea una percepción personal. He constatado como ya he dicho otras veces que hay libros que nos llaman cuando los necesitamos. En esta ocasión, la sorpresa fue doble al ver que el volumen 45, titulado La tierra de nadie y otros relatos, estaba prologado por Ana María Matute.
Me sumergí en la lectura y de la mano de estos dos maestros me dispuse más tarde a escribir mis impresiones sobre el último libro de Maite Cabrerizo, que como Aldecoa también nació en Vitoria y como él se rebela contra las injusticias de la vida.
La muerte es el mayor despropósito, una sentencia que, por anunciada, no parece más creíble y que cuando llega nos deja exánimes y desconcertados, con el alma tan herida que la única manera de calmar el dolor es volcarlo, como hace Maite Cabrerizo , en un hondo lamento literario..
La verdad desnuda
Igual que en su obra anterior, la inclasificable y poética Un buey enorme pisa mi lengua, en Me viene mal que te mueras la autora escarba en sus sentimientos y se enfrenta a la pena con valentía. Sus historias no son luctuosas, en realidad son un canto a la vida de personas que luchan y se esfuerzan para salir adelante, aunque sepan que libran un combate desigual y tienen la batalla perdida de antemano. Héroes y heroínas anónimos cuyas hazañas no se reflejan en los periódicos, pero que hacen más llevadera la existencia de sus congéneres.
Me viene mal que te mueras, como decía Matute de Aldecoa, nos ofrece “la desnuda verdad de una voz desprovista de toda superficialidad”, aunque busque refugio en la ironía para hacer más llevadero el dolor que produce la ausencia y para mantenerse “a gran distancia del rencor y de la mezquindad”. Maite Cabrerizo ha compuesto con su última obra un hermoso canto de relatos breves, redondos y jugosos como una naranja.