Elixir para los sentidos

Sondra Radvan
“Vissi d’arte, vissi d’amore/ Viví para el arte, viví para el amor
Non feci mai male ad anima viva!/ Nunca hice mal a nadie”

 

El aria de Tosca, la ópera de Giacomo Puccini, interpretada por Sondra Radvanovsky, nos hizo llorar de emoción a muchos de los espectadores que asistimos el pasado sábado día 10 a la función del Teatro Real. Y volvieron a fluir las lágrimas cuando, animada por los incansables aplausos del público, la soprano norteamericana hizo un bis, al igual que había pasado en las funciones de los días 4 y 7 protagonizadas por ella.

 

Estos momentos explican por qué la ópera provoca un amor fou que nos convierte en sus enloquecidos seguidores. A la salida del teatro, escuché el Vissi d´arte por tercera vez en la plaza de Oriente donde se proyectaba en grandes pantallas la representación que acababa de presenciar.

 

Momento estelar de Carlos Álvarez

 

Los tres repartos que interpretan Tosca en el Teatro Real de Madrid son excelentes y todavía hay entradas para quienes no se quieran perder este brillante cierre de temporada. Quiero destacar a Carlos Álvarez, que ha hecho nuestras delicias en estos tiempos de dificultad. No solo hemos asistido a su magistral interpretación del barón Scarpia en Tosca.

 

El barítono que da vida al malvado, lujurioso, cruel y despiadado personaje de la ópera de Puccini —todo eso nos lo hace sentir con su voz—contrapone este papel con el de Mamma Águeda de ¡Viva la Mamma!, que representó unas semanas antes. Totalmente transformado, y solo reconocible por su voz singular, Álvarez puso entonces como ahora en pie al Real con su buen hacer y la vis cómica implícita en el papel, al que este barítono dio esplendor. Llorar, reír, la vida misma, puro teatro.

 

En el otoño, el cantante malagueño hizo de Joaquín en las representaciones de La del manojo de rosas que disfrutamos en el Teatro de la Zarzuela. Volvimos entonces al Madrid de principios del XX, a la hermosa música de Pablo Sorozábal y en mi caso, me trajo un recuerdo de la infancia: las Nochebuenas en las que mi madre y mi tío Pepe cantaban el dúo de Ascensión y Joaquín. “Hace tiempo que vengo al taller y no sé a qué vengo…”.

 

Fin de una buena temporada

 

He ido muchas veces a la calle Jovellanos esta temporada a deleitarme de nuevo con el Madrid de Luisa Fernanda, de Federico Moreno Torroba; con La vida breve de Manuel de Falla; con Las Calatravas, poco conocida, divertida y muy interesante y con Benamor, otra zarzuela como la anterior del maestro Pablo Luna.

 

Igualmente podría citar las óperas de la temporada en Real, Sigfrido, Norma…, pero no quiero convertir este escrito a vuela pluma en una aburrida enumeración. Para eso están los programas.

 

La otra cara de la moneda

 

No todo ha sido memorable este año. Al inicio de la temporada los gestores del Real manejaron bastante mal las medidas COVID y dejaron una estela de abonados frustrados y descontentos. En mi zona de butaca de paraíso resonaron las protestas, unos porque su abono fue anulado de la noche a la mañana sin que se planteara siquiera un sistema de turnos para que todos pudieran mantener su asistencia y otros, que acudían solos, porque se vieron en la tesitura de tener que sentarse junto a un desconocido o renunciar a las funciones.

 

Nada que ver con la excelente organización del Teatro de la Zarzuela y del Auditorio Nacional. En el coliseo de Jovellanos los espectadores nos hemos sentido confiados desde el primer momento y se estableció un sistema que solucionó la reducción del aforo sin discriminaciones entre abonados.

 

Por su parte, David Afkham ha dirigido las actuaciones de la Orquesta Nacional de España sacrificando taquilla por mor de la seguridad.

 

La Sinfonía número 2 de Félix Mendelssohn con la que se cerró brillantemente el ciclo sinfónico a finales de junio, con los laterales y tribunas traseras libres de público para que los miembros del Coro Nacional de España pudieran tener una amplia zona de seguridad personal durante su actuación, fue un ejemplo de cómo es posible mantener una temporada con el cartel de abierto para deleite de los aficionados y tranquilidad de los intérpretes.

 

Igual que en la entrada titulada, Teatro para vencer el miedo, solicito desde aquí un aplauso para cantantes, músicos y todos los equipos artísticos y técnicos. Gracias. La música como el teatro nos ha hecho un poco menos duro este año de pandemia. Ha sido un elixir para los sentidos.

 

©Foto: MAGQ

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