De soledades, libros y ferias

Salir al mercado cuando estás acostumbrada a vivir en soledad asusta un poco. Abandonar  la zona de confort para someterse al juicio público es un salto que autoras y autores debemos dar cada vez que publicamos un libro.

 

Un editor me dijo un día en referencia a la Feria del Libro de Madrid: “Esto es un mercado”. Y sí lo es, un mercado del que no nos podemos sustraer porque forma parte del tinglado que se monta para dar a conocer tu novela, tu ensayo o tu poemario.

 

Punto de encuentro

 

Pero la Feria del Libro de Madrid y a las que acudiré en días sucesivos por toda España —hago mías aquí las palabras de la Asociación Colegiada de Escritores   a la que pertenezco—“son, por excelencia, el acto cultural de mayor relieve para la promoción y el desarrollo de la literatura en todas sus modalidades y disciplinas y el mejor espacio para el intercambio de experiencias entre autores, lectores, editores, libreros, distribuidores y agentes culturales de todo orden.

 

Después de pasar meses encerrados trabajando, los autores necesitamos salir a gritarlo a los cuatro vientos, para que nuestros lectores nos conozcan, nos lean y transforme según su criterio y entendimiento lo que hemos escrito.

 

Urge compartir la emoción que se siente cuando llegan a tus manos los primeros ejemplares impresos, que ojeas con una mezcla de orgullo y prevención de que no se haya deslizado ningún fallo que ya no se pueda corregir.

 

Y respirar… Respirar satisfecha después de comprobar que todo está en orden y de ver que el resultado del arduo trabajo en equipo, una vez que el manuscrito adquiere el poder de la letra impresa, es mejor de lo que imaginabas en tu universo anacoreta, plagado de dudas.

 

Desnudos como los hijos de la mar

 

Mi visión de las ferias es positiva. El mercado es necesario cuando es plural, concurrido y los mercaderes se acercan a él honestamente a ofrecer lo mejor que tienen a amigos y desconocidos que apuestan por lo que escribes.

 

Quienes nos leéis tenéis derecho a preguntar, expresar vuestra opinión, escuchar nuestras respuestas y haceros una idea de cuan amables o adustos somos en el trato. Al fin compartís una parte muy íntima de nosotros y detrás de la caseta y a través de las páginas de nuestros libros quedamos expuestos, desnudos como los hijos de la mar, que diría don Antonio Machado.

 

Respuestas que sorprenden

 

Una de las experiencias más gratificantes que he tenido cuando escribo para el público infantil es la sinceridad y, a veces, sorprendente madurez con que los más jóvenes nos juzgan.

 

Me pasó en Burgos con una niña de once años que al preguntar en el Salón del Libro Infantil quién creía que era Max, el personaje central de El pescador de globos, respondió muy segura: “Max es una emoción”.

 

Sólo alguien tan sensible e inteligente como aquella niña podía percibir así al anciano clochard que guiaba a los protagonistas del libro en su aventura.

 

Decir que el contacto con los lectores, por muy efímero que sea en una feria, no nos gusta a los autores es faltar a la verdad. Las ferias, las presentaciones son el gran momento, el premio que te da este oficio y del que no gozan muchas profesiones de obtener en directo el reconocimiento del público.

 

Un chute de autoestima necesario para, pasadas las semanas, volver a la soledad y emprender la siguiente aventura literaria.

 

La fiesta mayor de Madrid

 

La Feria del Libro es la gran fiesta cultural de Madrid. Un patrimonio que nos enorgullece y del que los madrileños guardamos el recuerdo de cuando nuestros padres nos llevaban al Retiro a comprar libros. Tenía algo de rito de iniciación —por esos lo seguimos haciendo con hijos y nietos— el hecho de acercarse al Paseo de Coches, pasear entre las casetas y elegir un libro, que mamá, papá o los abuelos adquirían gustosos porque era bueno que la niña o el niño leyera. Si su autora estaba firmando era el colmo de la dicha que convertía aquello en un acto tan íntimo como público.

 

Aquel era el principio de una historia de amor que nos transmitía el libro — abrirlo, oler el perfume del papel, recrearnos en la firma, un tesoro que enseñar a las amigas, y deslizar la mirada por las ilustraciones–, a la que seguía al llegar a casa el inicio de una gran aventura en la soledad de nuestro cuarto. Unas sensaciones que afortunadamente conservo a pesar del paso del tiempo.

 

¡Claro que todavía guardo mis libros de la infancia! ¿Quién se puede desprender de sus tesoros?

 

Me recuerdan de dónde vengo y cómo comenzó esta peripecia vital que con el pasar de los años me ha situado dentro de una de las casetas de esta feria tan singular.

 

Aguardo a lectores, este año con una criatura más, El ingenio de los mediocres, a la que se colma con las atenciones y cuidados del recién llegado sin olvidar las que lo precedieron. Escalones imprescindibles sobre los que me he ido afianzando en la búsqueda de un camino que ya empiezo a ver más claro, con su carga de aciertos y de errores que asumo como parte del trayecto.

 

Este año tengo la suerte de que, además de las dos citas en la Feria de Madrid, iré a las ferias de Burgos, Murcia y Valencia. Gracias a los editores, al equipo de personas que contribuye al nacimiento de un libro, y, por supuesto, a los libreros. Ellos son, junto con los lectores, los grandes aliados de esta comunidad de letraheridos.

 

Calendario de Ferias del Libro a las que asistiré

Madrid, 17 de septiembre, caseta 135 OléLibros (17 a 19 horas) y 23 de septiembre,

Caseta 12 Librería Taiga (12 a 14 horas

Burgos, 2 de octubre, presentación de El ingenio de los mediocres en la sala Polisón del Teatro Principal (20,30 horas)

3 de octubre Firma en la Feria en la caseta de los @LibrerosBURgos (13,30 a 14 horas) en la Plaza mayor

9 de octubre Murcia,  (17 a 19)

16 de octubre, Valencia (17 a 19)

 

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