Culpa, mentira y crimen

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Culpa, mentira y crimen son componentes indispensables de las novelas de Patricia Highsmith, presentes en la Trilogía de Freddie  Montgomery  de John Banville y que ahora encontramos en Las manos tan pequeñas de Marina Sanmartín.

 

Esta autora ha estado ligada siempre al mundo del libro. Ha sido editora, imparte clases en un máster literario, es copropietaria de la Librería Cervantes y Cía. de Madrid, hace crítica en ABC y acaba de publicar su cuarta novela, Las manos tan pequeñas, un relato que marca un gran salto en la carrera de Sanmartín.

 

Tokio como telón de fondo

 

La ciudad de Tokio enmarca la narración y se convierte en uno más de los personajes de esta historia, que nos acerca a escenarios que en ocasiones se salen de las rutas turísticas en busca de esas islas de paz que perviven en las grandes urbes, donde se guarda buena parte de la esencia que les dio vida.

 

Tokio contribuye a resaltar la atmósfera inquietante de esta novela negra con perfume de filmografía de los años cuarenta que tanto gusta a su autora. No obstante, el argumento discurre en la actualidad y la ciudad es un fiel reflejo de los problemas que arrostran las grandes urbes.

 

La historia comienza con el descubrimiento de esas manos tan pequeñas que parecen anticipar una trama sencilla y evidente, que guarda un relato complejo. A los lectores nos resulta difícil anticipar, lo cual es un gran logro, «el mal que como un gusano laborioso», se dice textualmente, anida en el interior de los personajes mientras los va devorando poco.

 

Novela negra sin policías ni detectives

 

Se trata de un proceso autodestructivo que solo se detiene cuando la mirada de otros, más compasiva que la propia, arroja luz sobre unas personas que se ahogan en su propia pena porque son incapaces de enfrentarse a los problemas que los acucian.

 

Como lectora agradezco salir de del esquema de novela negra basada en la investigadora o los policías. Una fórmula con la que se han escrito excelentes novelas, como es el caso de Silva, Vázquez Montalbán, Camilleri, Jean Claude Izzo, Fred Vargas, Pierre Lemaitre o Hideo Yokohama, por citar algunos de mis favoritos. Pero es una fórmula que, a fuerza de repetirla, se ha ido devaluando.

 

Sanmartín nos habla de personas corrientes envueltas en situaciones perturbadoras; de seres humanos de doble apariencia, cuyos secretos los desestabilizan y les crean sentimiento de culpa. Personas que mezclan la verdad, con lo que puedan haber inventado para sobrevivir a fallos que no toleran; que echan mano de la imaginación para engañarse y ocultar sus mentiras.

 

Toda esta angustia a veces encuentra descanso entre los libros como sucede en la librería Daikanyama de la cadena Tsutaya Books. Un homenaje que la autora tributa a los libros cuando permite que sus personajes, sumergidos en este ambiente, «acunen su conciencia y la aligeren».

 

Vidas corrientes con historias increíbles

 

«Las vidas corrientes están llenas de historias increíbles», digo en la página de presentación de este blog, porque es bajo la apariencia de normalidad donde se pueden encontrar los argumentos más inquietantes para una buena historia.

 

En esta novela todo está muy cuidado, el estilo, los escenarios, los personajes y un título inspirado en el poema de e.e. cummings Nadie, ni siquiera la lluvia, que se lee en la película Hanna y sus hermanas de Woody Allen.

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