Un asesino despierta la curiosidad de saber qué le impulsó a cometer el crimen. Tranquilizamos nuestra conciencia pensando en una persona con problemas o enferma. John Banville, premio Príncipe de Asturias de las Letras (2014) desmonta esa idea y nos inquieta cuando entramos en su juego y vemos que cualquiera de nosotros podemos convertirnos en eso que tanto odiamos.
El pasado verano leí la trilogía de Freddy Montgomery, la historia de un asesino, cuya evolución se cuenta en El libro de las pruebas (1989), Fantasmas (1993) y Atenea (1995). Los lectores en versión castellana pudimos acceder a los tres en 2020 después de haber leído otras novelas de este autor irlandés como El mar (2005) o Los infinitos (2010)
Me hubiera gustado respetar el orden cronológico de publicación en inglés, pues esta trilogía define al autor al que nos acercamos y nos ayuda a comprender su evolución posterior. Cierto que se hizo una primera edición en español de El libro de las pruebas hace siete años, pero para entender el juego de Banville es necesario acceder al conjunto de la trilogía.
Alianza entre el mal y la belleza
En el primer volumen de la trilogía el autor nos mete en la mente del asesino, un ser que produce escalofríos por su indiferencia ante la víctima y el mal que le ha infligido. Sin embargo, a lo largo de las páginas de esta primera novela de la historia de Freddy Montgomery se va desvelando la persona que, a pesar de su aparente indiferencia, a veces se ve arrebatada por la culpa; alguien que tiene miedo de sí mismo porque no se explica cómo pudo cometer tal atrocidad.
Lo que realmente da miedo es la alianza que pueden tejer la belleza y el mal. Un tema recurrente en literatura que hasta yo misma utilicé en un libro para niños, El tesoro de las mariposas, donde La morada de las rosas, un lugar idílico, se convierte en una trampa terrible para los protagonistas.
La imagen de Fredy Montgomery quedaría incompleta sin la segunda y tercera novela que muestran los efectos del encarcelamiento y como una persona que ha sido apartada por sus crímenes de la sociedad se convierte en un fantasma, alguien que flota y lleva una existencia casi imaginaria, desterrado en una isla donde no se sabe bien si intenta redimirse.
Culmina el retrato en Atenea donde el frío asesino de la primera novela muestra rasgos de humanidad cuidando de su anciana tía Corkie, e incluso, zarandeado por el destino, puede ser víctima de una estafa.
Ver más allá de lo evidente
Contrariamente a lo que se podría pensar, estas tres novelas no están recorridas por el tinte sombrío que se podría inferir de su argumento. John Banville, uno de los grandes autores contemporáneos, juega con sus personajes y con los lectores que, arrastrados por su ironía, nos convertimos en espectadores activos de su juego.
Banville nos inquiere transformado en uno de los dioses irónicos que rigen la trama de sus escritos y nos acerca al elfo caprichoso que maneja los hilos de lo que sucede más allá de lo evidente.
Su escritura da vida y sentimientos a los seres inanimados, cuando dice: “El campo tenía un aire sorprendido y desaprobador”. Y más adelante, en Atenea: se refiere al “silencio colérico”, al “airoso silencio del vestíbulo” o asevera al hablar de “la cualidad del sonido de la obra de arte” que “este silencio es más que una ausencia de sonido, es una fuerza activa, expresiva y coercitiva”.
Cualquier asunto se convierte en relato
En la literatura de este autor irlandés hay mucha retranca y divertimento en sus hermosas frases y cultivadas palabras que no dejan a nadie indiferente. Tiene la capacidad, que pone en boca de la tía Corkie en la tercera de las novelas, de convertir cualquier asunto colateral de la narración en un relato.
Es tanta la belleza, la mordacidad y la profundidad de los escritos de Banville que merecen que el lector contemporáneo, acostumbrado a la literatura de mero entretenimiento, se esfuerce en conocer a uno de nuestros grandes autores contemporáneos.
Los retos literarios recompensan. Hace un año me impuse leer Ulises de James Joyce, de cuya publicación se cumple en febrero el centenario. Una obra de la que mucho se habla, pero que muy pocos han leído. Yo lo había intentado varias veces y, quizás porque era mi momento vital para hacerlo, disfruté con la odisea de Leopold Bloom.
Banville tiene un estilo muy distinto de su colega irlandés, pero también es un gran escritor que nos deleita con sus obras
Algunas frases de esta trilogía
“Una mañana despertaré y sabré al instante que ha volado, notaré su ausencia como un agujero irregular en el aire por el que el viento se cuela sin ruido”
“Incluso la utilería tiene un no sé qué de tumescente, esas columnas pulidas y los árboles altos y gruesos, estas nubes pendulares y redondeadas, esas arboledas musgosas de cuyo interior parecen salir los suspiros y las risas contenidas de los amantes sin aliento”.
“Una racha de viento recorrió el claro y levantó cáscaras secas y el esqueleto de encaje de las hojas del año anterior”.