La novela #Buenamar de @AntonioLucas narra la peripecia de un periodista que huyendo de sus problemas personales descubre en Gran Sol a unos hombres retenidos en una trampa, el mar, de la que no pueden escapar.
El narrador descubre la condición de prisioneros de su destino que tienen los marineros que faenan en Gran Sol cuando se embarca con ellos a bordo de un arrastrero, el Carrumeiro. Una decisión que le ayuda a romper con la idea romántica que desde tierra se tiene de las gentes del mar, a quienes la literatura ha rodeado de una aureola que no ha hecho más que esconder sus problemas y lo que verdaderamente sienten.
Nadie de la tripulación está allí por gusto, sino para ganarse la vida, porque es lo que saben hacer, aunque lo detesten y sepan que esa forma de vida los va destruyendo lentamente. “La locura del mar –dice el narrador de esta historia– es la más ciega, porque se construye hacia dentro y es difícil adivinar cuando descarga”.
La locura del mar
La lectura de esta novela me ha llevado a romper con algunos mitos de la infancia y me traslada a la cruda realidad. Es cierto que hay mucho de la dureza de la vida del mar en Moby Dick de Herman Melville e incluso en las historias de piratas de Emilio Salgari, que excitaban mi imaginación infantil.
Yo no soy la misma persona que se embarcaba en aquellos bajeles piratas que me permitían correr peligrosas aventuras desde la seguridad de mi casa. La lectura de esta novela me ha ayudado a comprender porque mi padre, hijo de marinero, puso todo su empeño y esfuerzo para no quedar atado de por vida a los barcos de bajura de los que mi abuelo era patrón. Al final, mi padre cambió faenar en el mar por volar por el cielo, pero esa es otra historia.
El deseo siempre postergado de volver a casa
En mis lecturas de infancia y juventud la visión romántica se imponía a la realidad. Además, las aventuras que se narraban me hacían olvidar lo extremo de las condiciones de vida en un barco: la soledad, la ausencia, el miedo a la amenaza latente de la muerte que acecha.
En Buena mar, Lolo, el patrón del Carrumeiro, define a la perfección la visión errada que tenemos de su trabajo: “ Los de tierra os imagináis esto como algo romántico…Pero esto es un trabajo. Una mierda de trabajo…Distinto de lo habitual, sí. Muy pocos lo soportan y no tenemos tiempo de ir al siquiatra como vosotros. Esto tampoco es un libro de aventuras. Nuestro objetivo y el tuyo son el mismo: volver a casa”.
No es ningún mito que, para soportar la dureza de su vida, la angustia de verse a merced de los elementos, solos, sin el consuelo de los suyos, algunos marineros encuentran consuelo y refugio en el alcohol. Hay que tener mucha fortaleza o mucha necesidad o pensar que no se sirve para hacer otra cosa para sobrevivir a merced del viento, la tormenta, las olas, el frío o el fin inesperado que acecha detrás de cada golpe de mar.
Quince días en el caladero
La novela de Antonio Lucas, que hasta la publicación de este último libro era conocido como poeta, además de periodista, sostiene su argumento sobre lo que sucede a bordo de un pesquero en alta mar los 15 días que dura una marea. Es decir, el tiempo que habitualmente faenan en el caladero hasta que llenan la bodega, desembarcan el cargamento de pescado en un puerto de Irlanda e inmediatamente regresan al caladero.
Así, un día tras otro, un mes tras otro. La presión del armador, que desde tierra azuza al patrón para que la tripulación haga más capturas, es una constante que se aprecia en la novela, un imperativo que se traslada a los marineros.
En un mundo tan alejado de nuestra cotidianeidad, el armador introduce la competencia, la urgencia por el beneficio, la avaricia que sí forma parte de nuestro día a día y de este corrosivo modelo de capitalismo salvaje en el que nos hemos instalado y que exportamos a la profundidad del mar.
Novela o reportaje
En algún momento pensé que quizás me hubiera gustado saber más sobre el personaje del narrador. Se puede acumular mucho material literario tras alguien que huye de una situación que no le gusta, se enrola en un pesquero y no sabe lo que va a encontrar cuando llegue a casa.
Quizás alguien vea como un fallo en la estructura de Buena mar que el personaje del narrador se desdibuja. Incluso al comienzo se tenga la sensación de que el autor ha convertido un interesantísimo reportaje en una novela.
Nada más lejos, desde mi punto de vista. Sucede que las vivencias cotidianas que el narrador comparte con los marineros son tan intensas que quizás el poeta que escribe esta novela ha considerado con buen criterio, que ese personaje solo debe observar, contar y utilizar su presencia extemporánea en Gran Sol y las razones que lo han llevado hasta allí para incitar a hablar a los marineros, poco dados a intimar, y verdaderos protagonistas de esta historia.
El resultado es una narración espléndida, profunda y maravillosamente escrita. Que nadie busque intrigas y aventuras porque eso ya se encarga el mar de servirlo cada día a las personas que faenan en sus aguas. Desde este punto de vista, Buena mar me parece una novela realista e innovadora.
Imagen: Detalle de la cubierta de Buena mar