Tiempo de conversar ante un café

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Tras un mes de feria en feria con El ingenio de los mediocres, el jueves 28 de octubre, a las 19 horas, se nos presenta la oportunidad de reunirnos a conversar en Café&té y compartir las experiencias vividas. Debido a la limitación de aforo, si quieres participar hazlo aquí

 

Con ello iniciamos la experiencia que va a poner en marcha este grupo de cafeterías y abriremos el camino para próximos encuentros con otras escritoras, músicos y artistas. A mí me hace ilusión ser pionera con los que acudáis a pasar un rato agradable para hablar de mi trabajo.

 

Confieso que necesito un poco de paz después de un otoño en continua itinerancia con un balance ciertamente enriquecedor. Nada hay más grato para quienes escribimos que acercarnos a los lectores; empezar a conocer las primeras opiniones sobre nuestro trabajo; salir de nuestra zona de confort y ver el cariño con que nos acogen en otras ciudades; aprender de lo que nos dicen, y constatar que la verdadera riqueza del país en que vivimos está en su maravillosa diversidad.

 

Burgos con amigos, ilustradoras, libreros y periodistas

 

Tras mi paso por la Feria del Libro de Madrid inicié el periplo en Burgos donde contaba con la ventaja de jugar en terreno amigo. Allí me esperaba Octavio Granado, que actuó de anfitrión. Todos tenemos un jefe al que recordamos con especial cariño, para mí ha sido él por su buen hacer en la labor que tenía encomendada y por el trato que dispensó siempre a todos los miembros de su equipo desde el primero hasta el último. Nunca se lo dije, porque no es persona a la que gusten los elogios, pero admiro su altura intelectual y su honradez, que más de un disgusto le ha dado.

 

Pero la estancia en Burgos no habría sido tan feliz sin mi querida Raquel López, una amiga con la que sabes que siempre cuentas. La ilustradora Laura Esteban, que iluminó con sus dibujos las páginas de mi libro El pescador de globos, se unió a nosotros y hasta me encontré en la feria con el periodista Gonzalo Urdiales, antiguo compañero de trabajo. En una de las cafeterías de la plaza Mayor tuve el placer de saludar a María Oruña, que también había acudido al encuentro con los lectores de esta ciudad.

 

La organización de la feria, como es habitual, corría a cargo de la Asociación de libreros de Burgos, que preside Álvaro Manso, a quien conocí en una de la ediciones del Salón del Libro Infantil y Juvenil de esta ciudad. También fue un placer saludar a Pilar Pérez-Canales que regenta la centenaria librería del Espolón, que presume con razón, según dicen sus parroquianos, de que los libros que no se encuentran en sus estanterías no se encuentran en ninguna parte.

 

Volví a pasear por el Espolón y me pareció ver entre sus gentes a mi personaje, Nino, y a su hija, Carmen. Tal vez intentaban arreglar sus desencuentros en una de las terrazas que se asoman al Arlanzón o paseaban sus penas entre las fotos de la exposición itinerante, que el Museo del Prado ha instalado en este lugar tan concurrido de la ciudad.

 

Descubrir el Mediterráneo

 

Yo que siempre he sido atlántica –aunque soy madrileña tengo una vinculación muy fuerte con Galicia– he descubierto el Mediterráneo en este periplo por las distintas ferias. Me imbuí de ese espíritu feriante y me fui, primero a Murcia y después, a Valencia.

 

Como los dioses siempre premian a los que se aventuran reconozco que Murcia, donde no conozco a nadie, no solo me recibió con un ambiente de verano sino con los brazos abiertos.

 

La Feria del Libro de Murcia no es muy antigua. Tras una corta existencia se reabrió en 2019 para cerrarse de nuevo a causa de la pandemia y ha vuelto este otoño con el carteles anunciador más bonito de los que he visto en estas semanas de recorrido.

 

No solo era hermoso el cartel sino también el paseo de Alfonso X, amplio, sombreado y con espacio suficiente para favorecer el cómodo discurrir de los viandantes entre las casetas. Descubrí que las gentes de Murcia son muy curiosas e interesadas por los libros, se acercaban a los autores demandando información, esperando que les habláramos sobre nuestro trabajo.

 

La tarde veraniega que solo tenía de otoñal la fecha del calendario, favoreció muchas de estas conversaciones y yo volví a mi tren de regreso a Madrid contenta por la buena acogida que los murcianos nos habían dado a mí y a mi Ingenio de los mediocres. Gracias al poeta Antonio Cánovas cuya conversación y compañía fue la guinda para un día perfecto.

 

Valencia, broche de oro

 

El recorrido lo completaba Valencia, una plaza fuerte que me inspiraba los mismos temores que imagino deben tener los autores de fuera que viene a Madrid. Los escritores, por lo general, somo gentes inseguras, aunque a veces podamos parecer lo contrario y muchos de los que se muestran prepotentes o ególatras posiblemente están exagerando el tono para ocultar sus miedos.

 

Sin embargo, allí me esperaba mi querido Manolo Muñoz para quitarme cualquier temor y llevarme a contemplar su Mediterráneo. Imaginad un sábado por la mañana la inmensa playa de Valencia llena de valencianos que disfrutaban del día sin invasiones de turistas, aunque ellos nunca se quejan por este motivo.

 

El aire tibio, el mar transparente, los gritos de los bañistas y como no, algo por lo que se pegaría cualquiera, un buen arroz del señoret, me dieron fuerzas para una tarde que superó todas mis expectativas

 

Igual que me había sucedido en Murcia, en la Feria del Libro de Valencia los lectores acudían a preguntar y hablar conmigo a la caseta de Olé Libros donde Loli Lara y Lidia nos mimaban a los autores de la editorial. También estuvo con nosotros mi editor Toni Alcolea. Quizás no sepáis que por causa de la pandemia no pude conocerle hasta que por primera vez nos encontramos en la Feria del Libro de Madrid.

 

Madrid, el reencuentro

 

En Madrid, mi querida, bulliciosa y contaminada ciudad –por favor, hay que tomar medidas urgentes para reducir el tráfico y la contaminación drásticamente– había empezado mi recorrido un mes antes.

 

Recuperar la vuelta a una cierta normalidad con la Feria del Libro tuvo un encanto especial. Para quienes habitamos esta ciudad la Feria es una cita, diría que una fiesta, importante en nuestro calendario.

 

Muchos niños y niñas madrileños adquirieron su primer libro en esta feria, algo que luego siguen haciendo con sus hijos y nietos. Los lectores madrileños acuden a la feria con su lista de libros preparada y este año, por las restricciones de aforo, se notaba que quienes son capaces de esperar colas de más de tres cuartos de hora para entrar es que tienen hambre de libros. Los fines de semana la afluencia amenazó al evento con morir de éxito porque las colas interminables en algunas casetas bloqueaban el trasiego de personas por el recinto.

 

Acudir entre semana –yo estuve un viernes en la caseta de Olé Libros y un jueves, en la de la librería Taiga– se convirtió en una ventaja para quienes no generamos tanta expectación, pues permitió acercarse a nuestros lectores y darles, daros también desde esta tribuna, las gracias por la buena acogida que me estáis dispensando.

Puedes ver la galería gráfica en Facebook o Linkedin

Como la vida sigue y hay muchas cosas por contar y de las que hablar, a quienes os apetezca os animo a tomar un café distendido el próximo jueves, 28 de octubre a las 19 horas en Café&té, calle Princesa, 3 (junto a la plaza de los Cubos). Por las restricciones sanitarias, el aforo es limitado y conviene confirmar asistencia en graciacm@camilacomunicacion.com

 

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