Teatro para conjurar el miedo

José Sacristán

¿A quién tendremos cuando nos venza el miedo, si quien ha estado siempre a nuestro lado desaparece?

 

Esto es lo que se pregunta José Sacristán, transmutado en Miguel #Delibes100, al final de la representación de Señora de gris sobre fondo rojo. El homenaje literario que el autor de El Hereje, Los santos inocentes, La hoja roja y tantas buena novelas que iluminaron mi juventud, rindió a su esposa, Ángeles de Castro.

 

José Sámano, el propio Sacristán e Inés Camiña decidieron adaptarla y ofrecen una representación que nos habla de la vida y de la muerte, sin pamemas. Desde el escenario, en una interpretación magistral, Sacristán se enfrenta y nos enfrenta a nuestros miedos. Acalla el ruido para que salga el dolor, el amor y la amistad. Pinta sobre las tablas un retrato sobre la bondad.

 

Los escenarios resisten

 

Este paseo por el amor y la muerte por el que nos lleva Sacristán, iluminado por Miguel Delibes, se verá en septiembre en Valencia. Lamenté perdérmela cuando se representó por primera vez en el Teatro Bellas Artes, pero la gira que comenzó en 2018 continúa venciendo todos los obstáculos por su calidad y el fervor del público. En Madrid se han vuelto a agotar las entradas.

 

En esta temporada, marcada por la pandemia. Es de agradecer al mundo de la escena que haya estado con los espectadores en los momentos más duros.

 

Gracias a compañías, directoras, dramaturgos, actores, actrices, equipos técnicos, productores y toda la familia de la farándula por seguir tratándonos como adultos, por no intentar manipularnos ni dirigirnos, por plantearnos preguntas.

 

Marat Sade, en el manicomio, y Antígona, en versión rap

 

Aun resuenan en la Naves del Matadero los ecos del rap de la Antígona de David Gaitán. La tragedia de Sófocles, hábilmente adaptada para las presentes generaciones, llenó el teatro de gente joven ansiosa de hablar y analizar el funcionamiento de la democracia, el significado del poder y la política en sus vidas. Posiblemente deseosos algunos de ellos de atreverse después con el texto del autor griego.

 

Y jóvenes también había en el manicomio que las Naves montaron para Marat Sade. ¿Quién generaliza tan estúpidamente diciendo que los jóvenes son frívolos, van a lo suyo y no se interesan por las cosas importantes? Es fácil hacer generalizaciones, lo difícil es ofrecer buen teatro que los espectadores, con independencia de su edad, enseguida saben reconocer

 

Adiós al Kamikaze

 

La temporada empezó con un sabor agridulce: la última representación el pasado otoño del Teatro Pavón Kamikaze. La pandemia ha dado la puntilla a esta aventura teatral, premiada y admirada por el público madrileño. Con Yo soy el que soy sobre la dura vida de Aaron Lee, se echaba el telón a cinco años de buen hacer teatral de los Kamikazes.

Por su parte, el teatro Fernández Gómez ha realizado una labor encomiable en esta etapa de “emergencia”. La dirección artística de Laia Ripoll ha traído a la escena madrileña obras de gran calado social.

 

Teatro y derechos humanos

 

Dentro del ciclo de Teatro y Derechos Humanos me impactó el estreno de Solo un metro de distancia, con texto y dirección de Antonio C. Guijarro, sobre los abusos en el entorno familiar, un texto sólido, bien documentado y esencialmente teatral, que enfrenta al espectador con un problema del que se habla de refilón, si no se ignora directamente.

 

El mérito de Antoni C. Guijarro es poner el foco en la víctima, en sus sentimientos, en su evolución, en su proceso de reconocimiento de haber sido abusada, y en la reacción inicialmente incrédula de su entorno. Salí del teatro impresionada, después de haber asistido a una representación que me tuvo todo el rato en tensión sobre mi butaca.

 

Más tarde, asistí con dudas a la representación de Hoy puede ser mi gran noche, con texto e interpretación de Noemí Rodríguez, dirigida por Andrea Jiménez, y recibí una gran sorpresa ante la exhibición de un genuino e inteligente humor gallego.

 

Exhibición de sueños frustrados

 

Este cuasi monólogo es un viaje interior, una exhibición de sueños frustrados, que nos conduce a situaciones con las que nos identificamos, nos reímos y, en algunos momentos, nos emocionamos. La ironía no deriva en acidez sino en una piadosa ternura, la de la hija que comprende los esfuerzos de su padre por hacer hermosa una existencia muy dura.

 

Animada por la buena racha, desembarqué en El Grito. Obra de argumento potentísimo, basado en un caso real. Habla de una mujer a la que engañaron y casi destrozaron la vida, ejemplo de los efectos devastadores del machismos en la sociedad. También esta víctima se vio obligada a demostrar que lo era y ello la obligó a librar una dura batalla judicial que, afortunadamente, se saldó justamente.

 

Para un argumento tan poderoso y con tantas posibilidades dramáticas el montaje me pareció endeble. No vi reflejado en el escenario —texto e interpretación— ni el sufrimiento ni la evolución de esa mujer tras la dura batalla que enfrentó. La obra no me conmovió, a pesar de que tenía detrás una historia impactante para hacerlo.

 

Sin embargo, el musical Yo, la peor del mundo sobre Sor Juana Inés de la Cruz, me pareció un espectáculo magnífico, en el que con todos los recursos teatrales se reivindica el papel de esta importante autora del siglo de oro español. A esta obra hice referencia en la entrada de este blog, Caravana de escritoras.

 

Realismo mágico en el Español

 

Nápoles millonaria de Eduardo de Filippo nos ayudó a reflexionar sobre el comportamiento de los seres humanos en situaciones límite: guerras, posguerras, epidemias. Su puesta en escena fue un ejemplo que desde las tablas nos acercaba a muchas de las situaciones que hemos vivido en este tiempo de pandemia.

 

Como postre de este resumen de temporada traigo La Casa de los Espíritus. Un montaje excelente sobre la novela de Isabel Allende que llevó al Teatro Español la directora Carme Portaceli.

 

La elección del elenco artístico, perfecta. Cada uno de los personajes evocaba a los de la novela que leí, tal como los había imaginado. Carmen Conesa es la Clara que siempre había recreado en mi mente, me gustó mucho más que la Clara que llevó al cine Merryl Streep. Con independencia de la admiración que siento por esta última.

 

La dirección de actores, escenografía, vestuario, iluminación contribuyeron también a crear la atmósfera de realismo mágico que cada tarde de representación se apoderaba del escenario.

 

Reitero mi agradecimientos a las gentes del teatro por haber estado con nosotros en los momentos difíciles. Por favor, un aplauso.

 

©Foto de Pedro Montoliú. El actor José Sacristán

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