Reflexión a corazón abierto

A corazón abierto y posguerra

Ni la historia ni sus propios hijos les entendimos ni les hicimos el homenaje que se merecían. Ahora lo hace Elvira Lindo en su novela A corazón abierto. Esta generación olvidada guardó durante años silencio sobre sus pesares y armada con la voluntad de sobrevivir siguió adelante. Niños que se hicieron mayores a la fuerza, envueltos en la nube de silencio y miedo de su época.

 

El título se corresponde literalmente con el contenido, cada una de sus frases exhala autenticidad, sentimientos que entendemos y compartimos los que también fuimos hijos de niños de la posguerra.

 

Las huellas de la guerra en la infancia

 

Mi madre, como Manolo Lindo, el padre de Elvira, aparentaba ser valiente, pero tenía miedo. El de las personas a las que ni siquiera se les ha concedido el derecho a lamer sus heridas ni a admitir que las tenían. Personas cuyos hijos no pudimos entender el porqué de esa sombra que a veces oscurecía sus días felices.

 

Lindo ha escrito una novela rotunda sobre las huellas del drama de esa infancia expuesta a la intemperie de la vida. En el caso de su padre, fue enviado solo a Madrid con nueve años, en el caso de mi madre, me costó igualmente saber qué había pasado.

 

Ni a ella ni a mi abuela, por razones bien distintas, les gustaba hablar de la guerra y la posguerra, pero las anécdotas se deslizaban como si sus recuerdos cerrados bajo llave pugnaran por salir de vez en cuando.

 

Con doce años, se encontraba en el preventorio de San Rafael cuando Franco se levantó contra la República y estalló la guerra. De la noche a la mañana, según me contó, las tropas franquistas tomaron el lugar y fusilaron ante los niños al director y a las personas que los atendían. Los chavales permanecieron una semana al cuidado de los soldados, de allí los mandaron con los frailes del convento del Parral en Segovia y finalmente al hospicio, hasta que al final de la guerra volvieron a Madrid.

 

Dice Elvira Lindo en su novela que las personas que llevan un trauma o un dolor sin curar, cuando se enfrentan a una situación que les recuerda su herida sufren doblemente. Estoy de acuerdo, el problema es que los que estamos a su lado no lo sabemos. Como Manolo Lindo encontró a una mujer que quiso y le quería, mi madre encontró a mi padre. El amor es un paliativo para las penas, aunque no consigue por sí solo que desaparezcan.

 

Madrid en la posguerra

 

Reconozco que la novela de Elvira Lindo me ha removido y ha hecho que me arrebataran las emociones. Me sucedió algo parecido cuando leí Madrid en posguerra de Pedro Montoliú, mi marido, que acaba de reeditar con La Librería. Me invadió una pena profunda, la que transmite esa ciudad devastada y sin esperanza, la de las personas que, sin saberlo, por su pocos años, hicieron de tripas corazón para que nosotros, sus hijos, tuviéramos una vida distinta.

 

En la crónica del siglo XX que él está abordando –lleva siete libros y en septiembre aparecerá uno más– suele describir de forma minuciosa, documentada, rigurosa (cualidades que destaco porque sé que a pesar de la relación que nos une, obtendría el consenso) el palpitar de las personas que vivieron cada una de las épocas estudiadas y ello se plasma de manera especialmente cruda en este libro que recoge los peores años de la represión franquista.

 

Homenaje debido

 

No me suelen gustar las novelas autobiográficas ni esa moda excesiva que domina la literatura actual de basarse solo en hechos reales, como si se hubiera agotado nuestra capacidad de proyectar la realidad de nuestro tiempo a través de historias y personajes ficticios que pasamos por el filtro de nuestra experiencia vital.

 

Sin embargo, A corazón abierto constituye para mí una excepción por mérito propio, porque trasciende a su autora y a sus familiares, porque Elvira Lindo, que hasta cuando habla de sí en la narración consigue objetividad y hondura, reivindica a una generación sobre el paisaje triste y desolado, en el que posiblemente como yo otras muchas personas identifiquen a sus progenitores. Elvira ha sabido dar a sus vivencias, de tan íntimas y personales, un carácter universal, al tiempo que ha rendido un homenaje debido a esa infancia, cuyos traumas nunca fueron atendidos y salieron adelante, a pesar de la sombra que marcó sus vidas.

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