Las mujeres de carne y hueso de Ginzburg

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Ni víctimas ni heroínas o las dos cosas al mismo tiempo. Mujeres de carne y hueso, llenas de contradicciones, sueños y  ganas de cambiar la realidad que las rodea sin ser plenamente conscientes de ello. Así son los personajes femeninos de Natalia Ginzburg, la escritora italiana (Palermo, 1916-Roma, 1991), que en sus novelas habló, cuando no era una moda literaria, de la situación de las mujeres en la sociedad.

 

Tal vez por esta razón, se nota que su obra es ajena a las presiones comerciales que sufren en la actualidad algunas novelas que ponen el foco sobre nosotras. Libre de mitificaciones, Ginzburg muestra de una forma más literaria y real como somos y los problemas que tenemos, sin necesidad de convertirnos en víctimas o heroínas.

 

Ginzburg frente a Bronte

 

En esas protagonistas, las mujeres de mediados del siglo veinte se reconocieron y vieron reflejadas a sus madres y abuelas. La mayoría pertenecientes a una clase media que luchaba por salir adelante tras los grandes conflictos bélicos del siglo y alejadas a la fuerza de la quimera romántica, que se fijó en las mujeres de las élites y fue una fábrica de tópicos sobre nuestra condición y nuestras aspiraciones. Me siento más cerca de Ginzburg que de los argumentos de las hermanas Bronte.

 

En la novela de la autora italiana, Sagitario, editorial @Acantilado1999, la voz narradora de la hija es la que desvela el carácter de la madre. Una mujer que, como tantas de su tiempo, al quedar viuda, se ve avocada a sacar adelante a su familia sin que disponga de las herramientas para ganarse la vida. De esa forma, lucha por sobrevivir sin tener conciencia clara de los obstáculos que se oponen a su empeño, más que de su precaria situación económica.

 

Es víctima y heroína al mismo tiempo, aunque nunca lo admitiría. Si lo hiciera, tal vez perdería la esperanza y por ello, se refugia tras un escudo de soberbia y de dominio de los suyos, que son la base de la fortaleza que la ayuda a resistir.

 

Entre la tradición y los sueños

 

La protagonista de Sagitario se debate entre la añoranza del modelo de mujer y familia tradicional, en que fue educada y educa a sus hijas, y el afán por realizar un sueño -plasmado en abrir un galería de arte- que colmaría sus verdaderas necesidades como ser humano. Su intuición le dice que para lograr sus objetivos tiene que dejar atrás su pasado, pero la realidad se abre paso y trunca las expectativas.

 

La esperanza de que el futuro puede ir mejor se depositada en la propia narradora de esta historia, cuya lectura es un auténtico disfrute. Ella ve los cambios que se operan a su alrededor y posee la clave con la que superar el reto: el estudio y el trabajo.

 

En Sagitario he reconocido rasgos del carácter de mi abuela que siempre daba una de cal y otra de arena. Por una parte, imbuía al sometimiento al varón y por otra, iluminaba el camino del estudio y de la independencia económica como un ideal a realizar. Las generaciones siguientes abominamos de lo primero y nos quedamos con la segunda parte del consejo.

 

Los personajes de Natalia Ginzburg conforman un cuadro lleno de matices. Tristeza y humor están presentes, tanto como las pequeñas frustraciones cotidianas y el afán siempre presente por salir del agujero.

 

Qué leemos las mujeres

 

Es fácil ver la utilización que se hacía de las mujeres hace cincuenta o cien años, pero todavía nos cuesta distinguir cómo esa manipulación sigue vigente bajo formas más sutiles. Se habla de que somos grandes lectoras y que ganamos a los hombres por goleada en este aspecto.

 

Falta saber qué tipo de lecturas triunfan entre nosotras. No dispongo de datos y me gustaría investigarlo, una tarea que tengo pendiente. Sé que las editoriales hacen un gran negocio con las colecciones de novela romántica, que bajo la apariencia de cierta modernidad, incide en un modelo de mujer arrastrada por sus sentimientos y fácil de someter.

 

Da que pensar que después de haber accedido al estudio y el trabajo, las cargas sigan siendo las mismas, continúe la violencia de género y que ese tipo de lecturas y los vergonzantes telerrealidad  y los programas del corazón sigan tratando de imponer el modelo de nuestras abuelas.

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