Luis Mateo Díez regresa a Celama

Luis Mateo Díez

Luis Mateo Díez vuelve a Celama y hace recuento de las historias que suceden en ese territorio inventado por el autor. La ficción, nos dice, enseña más de la vida que las historias reales.

 

Mateo Díez decía hace unas semanas en la presentación de este libro de relatos en la Real Academia, de la que es miembro, que siempre le han atraído los territorios imaginarios.

 

Hace años, confesaba Mateo, llegó un momento en el que sintió la necesidad de crear uno propio, igual que “ Yoknapatawpha, Santa María, Macondo, Región… creados por William Faulkner, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez y Juan Benet, todos ellos escritores de altura, dueños de lugares sin costuras, abiertos, tan reales como los sueños”, según  Ángel Viñas. Luis Mateo inventó Celama sin olvidar La Mancha de Cervantes, precursora de todas las regiones literarias.

 

Censo de voces

 

En Celama (un recuento)  Mateo Díez asegura que hace un “censo de voces, de vidas y de aventuras personales” de todos estos personajes que han convivido con él. En algún momento el autor llegó a preguntarse si cabía tanta gente en su casa, pues contabiliza unos cuatrocientos personajes en la trilogía formada por las novelas El espíritu del páramo, La ruina del cielo y El oscurecer.

 

Lo que sucede en estas novelas tiene más de verdad que muchas historias basadas en la realidad. Los personajes de Luis Mateo esperan los trenes en las estaciones, charlan en el casino o en la taberna o deambulan por los arrabales de ese universo imaginado, en el que siempre se espera que suceda algo que no parece llegar.

 

El valor de la tradición oral

 

El territorio bien delimitado de la provincia de Celama y sus ciudades (Ordial, Balma, Armenta, Doza, Borenes, Celama, Santa Ula), del que el autor hizo en su día un mapa preciso, supuso para este escritor una estación de llegada, que marcaría su hacer literario. Sin embargo, como cualquier estación es un sitio por el que se pasa y luego se olvida. Hasta que como ahora, con este nuevo libro de cuentos –alguno inédito y el resto recogidos de las páginas del Reino de Celama– Mateo Díez hace recuento.

 

Las historias contenidas en este volumen beben de la tradición oral que siempre ha servido de inspiración a este académico, el más prolífico de nuestros escritores actuales. Mateo Díez destaca el valor de la palabra como instrumento para contar. “En mi literatura –asegura– hay un subsuelo de esa palabra contada”, que proviene de una tradición oral muy poderosa en toda Europa.

 

Relataba Luis Mateo su sorpresa cuando, de joven, acudió a la película de Ingmar Bergman, El manantial de la doncella, y reconoció el cuento de La niña de los corales, tantas veces escuchado en su infancia. La mirada oral, concluía el autor, es una ventana al mundo. Una visión imaginaria que entronca directamente con la realidad y da al lector un acertado conocimiento del mundo y de los seres que lo pueblan.

 

Un hombre discreto

 

Luis Mateo Díez, a pesar de que dice que fue un niño malo, siguiendo el consejo de su padre se convirtió en un hombre discreto, con sentido común y un gran desorden interior, en el que ha ahondado y que ha llegado a admirar con ayuda de la literatura.

 

“Entre el desorden y los abismos en que nos movemos los seres humanos –decía durante su intervención en la Rae–está el humor que redime y tiene que ver con la mirada de la condición a que pertenecemos. Veo la vida con un sentido tragicómico”.

 

Una postura que según Pilar Encinar, estudiosa de la obra de este autor, le entronca con la influencia que en sus escritos tiene la literatura de Valle-Inclán.

 

Luis Mateo Díez reconoce que le interesa más la ficción que la vida, quizás porque desde hace mucho tiempo la literatura es para este autor un camino de perdición.

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