La última novela de Ian McEwan, Lecciones, nos muestra como la literatura afronta la realidad individual sin perder la perspectiva de los hechos que acontecen en el mundo.
McEwan critica, con la misma intensidad con la que alaba la lectura de los grandes escritores como medio para abrir mentes y educar en libertad, a los autores vacuos que no se ocupan de los problemas reales.
Cuando empecé a escribir tenía el propósito de reflejar en mis novelas la forma en que los acontecimientos históricos, las decisiones de gobiernos, parlamentos y de una élite económica, condicionan la vida de las personas.
Inventario de otoño y El ingenio de los mediocres siguen esta estela, desde la perspectiva de la actividad laboral, económica y financiera, sin perder de vista como interfieren en ello las relaciones personales y familiares. La combinación de lo íntimo y lo universal me ha hecho disfrutar, una vez más, con otra novela de McEwan.
El espíritu de una época
El protagonista de Lecciones –en apariencia un perdedor, si partimos de lo que muchos consideran éxito– empieza a escribir en la madurez sus memorias en un diario, que denomina El espíritu de la época. El autor analiza el devenir de la generación de europeos que, a diferencia de sus padres y abuelos, no vivieron ni participaron en un conflicto bélico hasta la guerra de las Malvinas, en el caso de los británicos.
La novela hilvana luces y sombras de una etapa que asistió a la creación de los estados de bienestar en Europa y llegó a su punto álgido con la desaparición del Muro de Berlín. Hasta entonces, esa generación veía el devenir con cierto optimismo, pero el declive vital coincide con el declive de un periodo, que da paso a la hegemonía total del espíritu capitalista, el inicio de un nuevo siglo con atentados, crisis económica y pandemia, y el resurgir de la extrema derecha
La generación que había tomado el relevo a quienes usaron la violencia para dirimir sus conflictos demuestra que como sus predecesores volvieron a decepcionar.
El corazón de la trama
El autor de Sábado, Chesyl Beach, Solar, Expiación, Cáscara de nuez y tantas otras muestras de su talento literario recrea su buen hacer en la escritura de Lecciones. No obstante, lo dicho hasta ahora es el envoltorio, el corazón de la novela, como siempre en las novelas de McEwan, está en lo íntimo, en los sentimientos y en los problemas que arrastran sus protagonistas.
McEwan introduce una historia dentro de otra. Lecciones es como una cebolla, llena de capas, que el lector va desbrozando desde el traumático hecho detonante que determina la vida de Roland, y va resurgiendo a lo largo de la novela, como las historias colaterales que van intercalándose, inicialmente relativamente ajenas, pero que se vuelven determinantes.
El conflicto personal gira en torno al deseo, los abusos y las primeras vivencias que determinan nuestra existencia. Situaciones que no se darían sin el marco histórico temporal al que aludía al inicio. A pesar de que es precisamente ese entorno el que puede sanar o hundir definitivamente a los protagonistas.