La ciudad de Barcelona que conocemos como turistas no es la misma que nos enseñan sus novelistas, tantos y tan buenos, que o bien nos transportan a un momento determinado de la historia de esta hermosa urbe o nos llevan a conocer barrios y personas, a través de personajes ficticios, que de otra forma nunca conoceríamos.
Así, de la mano de Cristina Morales descubrí realidades en las que no había reparado, a pesar de que sus protagonistas forman parte de nuestra sociedad. Morales ganó con su novela Lectura fácil el premio Herralde 2018 y un año más tarde el Premio Nacional de Narrativa. Según el jurado del premio Herralde se trata de una “propuesta radical y radicalmente original, que no cuenta con una genealogía en la literatura española y que destaca por la recreación de la oralidad, unos personajes extraordinarios y su lectura del contexto político en el que se desarrolla”.
Su lectura me ha dejado una profunda huella. Han transcurrido tres años desde su lanzamiento y Morales ha demostrado con Lectura fácil que la novela está muy viva y se puede seguir innovando.
Narrativa antisistema
La narrativa ácida y valiente de esta obra es una sacudida que nos enfrenta a las trampas del sistema y a la hipocresía social en la que todas las personas de una u otra forma participamos con más o menos conciencia de hacerlo. No estoy de acuerdo con algunos de los planteamientos de este libro, pero personalmente no busco leer sólo aquello que ratifique mis opiniones. Necesito conocer cómo son y como piensan personas muy distantes y distintas de mí. Es el caso de los grupos ácratas y okupas de Barcelona, de cuyas asambleas y filosofía de vida Morales nos hace partícipes. Esa es solo una cara del prisma que ofrece Lectura fácil, que muestra la marginación a la que la sociedad aboca a quienes se sienten, son o quieren ser diferentes y este enfoque me parece fundamental.
La diferencia, la individualidad, salirse del carril establecido es lo que marca de principio a fin esta historia, algo con lo que nuestro mundo se muestra cada vez más intolerante. Así es el sistema que curiosamente mientras nos encarrila hacia un individualismo exacerbado agudiza la marginación del diferente, mientras la sociedad va perdiendo por el camino referencias como empatía, solidaridad o bien común.
Me ha emocionado personal y literariamente la capacidad de la autora para meterse en la piel de cada una de sus protagonistas y conseguir que los que nos consideramos “capacitados” —según se mire y para qué— que es el antónimo del término actual de discapacitados, tengamos dificultades para tratar como adultas a personas como Nati, Marga, Patricia y María Ángeles. Un grupo de mujeres a las que se margina y se mira con condescendencia porque dicen lo que sienten y lo que piensan, tal como lo sienten y como lo piensan. Un privilegio que solo concedemos a los niños y a los borrachos que, según el refrán, son los únicos que dicen la verdad y quizás por eso tratamos a las personas como las protagonistas de esta novela de eternamente incapaces para decidir.
Lectura fácil
Morales utiliza con gran acierto un estilo diferente para acercarnos a cada uno de los personajes: el que mejor expresa su pensamiento y sus sentimientos. Nos descubre el método de la lectura fácil a través de María Ángeles, la escritora del grupo, y me hace reflexionar sobre la necesidad de trasladar su propósito —el derecho a que quien lea entienda lo que se le dice— a otros ámbitos, en los que la comprensión de los textos sigue vedada a una gran parte de la población. Aquí no me refiero solo a personas con dificultades de comprensión, hablo de la dificultad de entender sentencias, resoluciones y notificaciones administrativas, leyes que afectan a nuestras vidas, reglamentos, instrucciones de electrodomésticos, supuestas ayudas y tutoriales para navegar por Internet, algunas webs de Administraciones Públicas y de empresas y entidades financieras, programas o aplicaciones informáticas y un largo etcétera de ejemplos que podríamos encontrar.
Me pregunto por qué nadie se ha parado a pensar que la mayor o menor accesibilidad depende en gran medida del lenguaje técnico que se usa y a la falta de explicación de los conceptos. No abogo por eliminar tecnicismos sino por explicarlos y creo, como diría Nati, que es algo que utilizan determinados colectivos para simplemente mantener su estatus.
La plenitud de bailar
La inteligentísima y sensible Nati, a quien se le ha asignado el mayor grado de discapacidad intelectual porque no puede controlar su rabia y sus sentimientos, por su discurso que escandaliza a las mentes biempensantes, nos conduce a uno de los momentos más intensos y hermosos de la novela, cuando narra a su amiga Marga lo que siente al bailar. Un pasaje que nos imbuye de la plenitud que experimentan quienes ejecutan una danza. Hay tanta profundidad y tanta libertad en estas páginas como en la escena de sexo que protagonizan estos dos mismos personajes que, a mi juicio, constituye el otro momento cumbre de la novela y sintetiza tan bien el espíritu y los anhelos de cada una de ellas.
De la misma forma que las actas de las declaraciones en el juzgado de Patricia nos transmiten su miedo a perder la pequeña parcela de autonomía que han conquistado y la impotencia que muchas veces sentimos cuando no se da respuesta a nuestras demandas.
Antes de leerla había oído comentar que Lectura fácil no es una novela al uso, no lo es si nos referimos a ello como sinónimo de novela cómoda o evasiva, conceptos que no se deben entender como antónimos de rara, difícil o indigerible. Nada más lejos de la realidad. Es distinta, de acuerdo; es rompedora, también, pero su lectura atrapa, aunque a veces escueza.