Cristina Buhigas. Literatura erótica, con otra mirada

Foto Cristina 3

Hasta fechas relativamente recientes el erotismo en literatura, como en tantas otras facetas de la vida, ha sido un género cultivado por hombres, que nos ofrecen una visión masculina de la sexualidad de la mujer. Hay que reconocer que la perspectiva no cambia en el caso de algunas autoras, que producto de la cultura machista se acomodan con matices a la senda trazada por los varones.

 

Acabo de leer Prometo serte infiel de la periodista y escritora, Cristina Buhigas, una novela que ya va por su cuarta edición y rompe jubilosamente con los moldes anteriores.

 

Prometo serte infiel, junto a las otras tres novelas de esta autora –Desde la piel (coescrita con Ignacio Martín Vega), Donde reside el Poder y Un año para despertar– compone una narrativa en la que las protagonistas son mujeres libres que construyen su propia felicidad sentimental sin necesidad de príncipes azules, como anuncia la autora en sus redes.

 

Buhigas nos presenta una mujer que disfruta libremente de su sexualidad, sin complejos, con tanta naturalidad y belleza que la lectura, como corresponde a este género, se vuelve gozosa.

 

Una experiencia liberadora

 

Las andanzas de Sara, un personaje con debilidades y aciertos, tan humano en su construcción, causan en los lectores júbilo, aunque debería decir lectoras, pues son mayoritarias las seguidoras de esta autora, a la que también deberían leer los hombres que aman a las mujeres. En los capítulos de esta novela subyace la alegría de vivir, producto de una mujer dueña de sus actos y libre de las culpas en las que fuimos educadas las mujeres de mi generación.

 

La lectura de esta novela, que recorre el devenir de la protagonista de los cuarenta a los cincuenta avanzados, constituye una experiencia liberadora. Sara elige a los hombres que le atraen y disfruta con ellos. Eso es verdadero empoderamiento, que no se reduce como pretenden algunas personas a independencia económica y soledad afectiva. Buhigas nos habla de placer, un concepto que se mira de soslayo en los periodos de involución.

 

Hijas de la revolución sexual

 

Como decía, las mujeres de mi generación fuimos educadas en la culpa, pero tuvimos la suerte de ser jóvenes en unos años (setenta y ochenta) en que se impuso con fuerza el concepto de libertad sexual; de empezar a concebir las relaciones no como un sometimiento, sino como algo que formaba parte de nuestra naturaleza, a lo que teníamos derecho y de lo que podíamos disfrutar, por encima del débito conyugal y la maternidad al que habían estado sometidas nuestras madres.

 

Me preocupa la corriente de pacatismo que actualmente se abre paso disfrazada, en algunos casos, de supuesta defensa de los derechos de las mujeres. Frente a ello, Cristina Buhigas nos recuerda que las mujeres no somos seres etéreos, tenemos un cuerpo con necesidades que debemos complacer sin que nadie nos diga lo que debemos hacer o lo que nos tiene que gustar.

 

Ello, por supuesto, no está separado de nuestras ambiciones profesionales, personales o familiares. Parecen obviedades, pero resulta que hay que seguir diciéndolo.

 

Es más difícil que una mujer libre sufra violencia de género porque tiene autoestima y recursos para zafarse de ello más fácilmente. Los hombres que entienden a las mujeres nunca maltratan a sus compañeras. Podrán romper con ellas, traicionarlas, quererlas o establecer una relación duradera, pero siempre partirán de la base del respeto entre iguales.

 

Personajes alejados de los tópicos

 

La visión de los personajes masculinos que nos ofrece Prometo serte infiel también está alejada de los tópicos. Los hombres que desfilan por esta novela, como las mujeres, están repletos de luces y sombras, ninguno es perfecto y eso los hace más cercanos y reales, pero, en general, están alejados de esquemas machistas y rancios. Ni se sienten intimidados ni tienen afán de dominación, buscan, como Sara, disfrutar y hacer disfrutar a sus parejas.

 

Es lógico que Sara busque y encuentre este tipo de parejas, no podría ser de otra manera. Además, a pesar de que no se hable mucho de ello, los hombres que no son machistas o huyen de serlo abundan más de lo que parece y también es necesario que se diga.

 

Buhigas nos hace reflexionar sobre cómo contempla nuestra sociedad a las mujeres y a los hombres y nos lleva a preguntarnos por qué razón cuando se habla de empoderamiento siempre se relega la sexualidad a segundo término. A mí me parece que, al igual que la lectura, una sexualidad placentera y libre, nos hace más críticos y felices y eso es algo que empodera porque alimenta nuestra autoestima.

 

Foto © José Pujol

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