Casualidades que definen una existencia

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Hay secretos que se guardan para que el barro no manche Si alguien los desvela puede poner en peligro su futuro profesional. Quién sabe si su propia vida. Por eso, el exjefe de Investigaciones Criminales, Osakabe, advierte al jefe de prensa de la policía, el inspector Mikami, que ha descubierto algo que no debía, que “la casualidad puede definir toda una vida”.

 

Magistral, negra y profunda

 

La novela, titulada 64, del escritor y periodista japonés Hideo Yokoyama, se encuadra dentro del género negro. Recibe su título del número del caso sin resolver que transita por toda la trama. Me ha cautivado este autor con una narración magistral, negra y profunda, a la altura de los grandes de este género.

 

Yokoyama atrapa a los lectores por lo que cuenta y cómo lo cuenta. Obviamente, no desvelaré nada sobre un argumento perfectamente encajado, lleno de tramas y subtramas. Sí aconsejo incluir este libro en el equipaje de vacaciones.

 

El protagonista, el inspector y jefe de prensa de la policía, Yoshinobu Mikami, no responde al personaje tópico del que usan y abusan en exceso algunas novelas negras a las que estamos acostumbrados. Mikami profundiza en el control de la información y el corporativismo profesional. Los personajes que transitan por esta novela se plantean preguntas que todos nos hacemos: las relaciones en el trabajo, los errores que cometemos con nuestros hijos, la necesidad de mantenernos honestos en medio de un mar de corrupción o el sentimiento de culpa que nos hunde.

 

Policías y periodistas, una amistad imposible

 

El autor hace una definición acertada de la relación entre policías y periodistas, que se puede trasladar a cualquier ámbito. El jefe de prensa Mikami tiene que lidiar con un conflicto mayúsculo con los medios. Mikami reconoce que “la relación con los reporteros siempre será como la del aceite y el agua”. Cuando estos dos líquidos se remueven con fuerza es posible avanzar juntos, pero solo por unos momentos.

 

La realidad es que los periodistas, los buenos periodistas, nunca son ni deben ser amigos de sus fuentes. Ya lo decía Ben Bradley, el director de The Washington Post durante el escándalo Watergate.

 

Se trata de mantener las distancias porque las fuentes informativas siempre tratarán de influir en lo que se publique, ya que responden a un interés, con independencia de la valoración que merezca esa intención. Por su parte, el periodista debe contrastar los datos, además de calibrar su trascendencia y conocer el propósito de quien facilita la noticia. Desde el poder y desde los grupos de presión políticos o económicos, los periodistas recibimos, algunas veces, información orientada a deslumbrarnos con el propósito de que no veamos el problema de fondo que se intenta tapar.

 

Corrupción y deber

 

Otro aspecto que me ha llamado poderosamente la atención de 64 es el análisis que se hace de las relaciones laborales en el seno de una organización muy jerarquizada como es la policía.

 

Los distintos personajes se enfrentan o se han enfrentado en algún momento de su vida laboral a la posibilidad de contraponer su honorabilidad a su puesto de trabajo o a su futuro profesional. Un dilema moral habitual, en el que también incide la exitosa serie Line of duty porque al ceder a las presiones se abandona todo aquello que algún día consideramos prioritario. El precio de no ceder siempre es muy elevado y pone a prueba nuestros principios.

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