Camino de perdición

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Lorenzo Silva aborda en Púa, su última novela, el camino de perdición que emprendieron quienes combatieron el terrorismo con la guerra sucia. Un asunto sobre el que una parte de la sociedad optó por mirar para otro lado con el argumento de que había que elegir el mal menor.

 

Quienes vivimos aquellos años terribles bajo la amenaza de ETA sabemos de la conjunción de sentimientos contrapuestos que suscitaba en cada uno de nosotros cada atentado terrorista. El dolor, la impotencia, la rabia, el sinsentido y la desprotección que sentíamos, conscientes de que no era fácil acabar con la sin razón.

 

Esto llevó a pensar a algunas gentes que contra el terrorismo había que luchar con sus propias armas, pagarles con su propia medicina. Un camino de perdición que abría la puerta a la guerra sucia, al terrorismo de Estado y a buscar justificaciones para actos injustificables.

 

¿El fin justifica los medios?

 

Según la respuesta que se dé a esta pregunta miraremos a otro lado ante actuaciones ilícitas o defenderemos que el Estado solo puede defenderse de quienes conculcan las reglas con métodos legales.

 

Por eso la lectura de Púa produce inquietud y porque su protagonista es un antihéroe, un apestado, que ha traspasado una línea que no permite volver atrás.

 

Obviamente en aquellos años había desesperación porque se luchaba contra una organización que encontraba en Francia refugio y amparo, algo que a nadie resultaba difícil de digerir.

 

Nunca hay justificación para el asesinato, pero hubo algunos que lo olvidaron y aceptaron participar de la para ellos «más enorme y destructiva de las mentiras», según reconoce el protagonista de esta novela. Nadie reconocería el trabajo de los sicarios del Estado, eso lo sabían los que aceptaron este papel, pero tampoco tendrían el apoyo prometido y serían repudiados por los mismos que los animaban a seguir.

 

La mejor novela de Silva

 

Lorenzo Silva logra con esta obra la mejor de sus novelas hasta la fecha. Destaco la profundización que hace en los personajes y cómo enlaza los sucesos del presente con un pasado del que sus protagonistas no son capaces de desprenderse, porque dejaron de ser ellos mismos.

 

En la forma en que penetra en la mente del asesino me recuerda, con todas las distancias que puede haber al Frederick Montgomery de John Banville en El Libro de las pruebas. Tanto este como Púa, el protagonista sin nombre de Silva, son dos asesinos que hacen examen de sus vidas.

 

Ambos van adoptando personalidades distintas, dejan de ser quienes eran y convierten su peripecia vital en la de un personaje de ficción que inevitablemente se estrella con la realidad. Son personas deshumanizadas, hasta el punto de que en su lucha por acabar con los terroristas acabaron siendo como ellos.

 

Reflexionar sobre lo sucedido

 

Los peones que se adentraron en este camino de perdición no fueron peores que quienes desde arriba movieron los hilos y autorizaron sin mancharse sus acciones, ni de quienes aplaudieron que se combatiera así el terrorismo y que, cuando se descubrió parte de lo sucedido, fingieron escandalizarse.

 

Lorenzo Silva ha construido una gran novela sobre un asunto inquietante que interesa a quienes vivimos aquella época y a las nuevas generaciones para que conozcan la historia y no se repita.

 

Los casos de guerra sucia que salieron a la luz fueron juzgados y condenados y ETA se dio por vencida hace doce años, cuando acabó con la banda, no la guerra sucia sino el Estado de Derecho. Tiempo suficiente para que desde la literatura se haga una reflexión serena sobre lo sucedido.

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