Así descubrí O segredo de Caaveiro

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O segredo de Caaveiro (El secreto de Caaveiro) es mi última novela para los lectores más jóvenes y la primera que publico en gallego de la mano de Baía Edicións (A Coruña). La magia de las Fragas do Eume y el Monasterio de Caaveiro, que habita en su interior, me embarcaron en esta aventura que trasciende el espacio y el tiempo con la fuerza de la palabra.

 

Todo en la creación de esta historia ha tenido un sentido muy especial desde su comienzo. Es cierto que mis novelas, especialmente las destinadas al público infantil y juvenil, surgen de momentos de inspiración, llenos de poesía, en los que todo a mi alrededor parece detenerse y lo que percibo comienza a dar alas a mi imaginación.

 

La idea de escribir El pescador de globos nació en Montmartre, mientras observaba a un clochard sentado en uno de los bancos de la plaza. El tesoro de las mariposas cobró vida en el Paseo de Coches de El Retiro.

 

En O segredo de Caaveiro estas sensaciones se fueron produciendo en oleadas y mediante unos azares, cuya sucesión hace que ahora no me parezcan tales. Sobre todo, cuando pienso que la amistad ha sido un factor determinante para que naciera este libro.

 

As Fragas do Eume

 

Visité por primera vez As Fragas do Eume hace cuatro años con Dolores, Aurelio y Pedro. Cada verano quedamos los cuatro, aunque a veces se incorporan más amigos, para descubrir distintos rincones de Galicia. Este bosque –esa es la traducción al castellano de la palabra fraga– atravesado por el río Eume hacía tiempo que atraía mi atención, aunque nunca se presentaba la oportunidad de recorrerlo.

 

En los últimos años, mi deseo de visitar el lugar se había ido haciendo más persistente. Ahora entiendo el motivo: había una historia que contar. Lo descubrí mientras caminaba por las veredas del Eume y cuando al llegar al Monasterio de Caaveiro, enclavado en el lugar donde se junta este río con su afluente el Sesín, empecé a imaginar que en los años en que permaneció abandonado, casi dos siglos atrás, pudo convertirse en un refugio para quienes en esa época sufrieron algún tipo de persecución, aunque nadie me hablara de ello ni exista documentación al respecto, sólo la disculpa que nos ofrecen determinados lugares para acercar a los lectores a realidades que sí se produjeron en la vida real.

 

El azar interviene

 

Mi segunda visita para documentarme mejor sobre el lugar se produjo meses después, en pleno invierno. Las intensas lluvias habían desbordado el Eume, que con una bravura indómita inundaba por tramos la carretera, y soplaba un viento racheado que nos impedía acceder al Monasterio, según nos dijeron al llegar al centro de visitantes. La sensación era desoladora, tras haber viajado desde Madrid en pleno invierno desafiando la lluvia, el frío y los puertos nevados que tuvimos que atravesar.

 

Pero estamos hablando de una historia para niños y en los cuentos los protagonistas consiguen siempre su propósito después de vencer todo tipo de obstáculos. En general, ayudados por un personaje imprevisto.

 

He de aclarar que el placer que me produce escribir literatura infantil tiene mucho que ver con la posibilidad que me proporciona volver a lugares donde mi fantasía hace que todo sea posible. Sin olvidar que la imaginación es una cualidad de la inteligencia y, por tanto, puramente racional. El juicio de los lectores infantiles detecta enseguida cualquier trasgresión en este sentido.

 

Un guía de lujo

 

Como decía, me disponía a regresar al coche cuando llegó al centro otro visitante, Celestino García Braña, arquitecto que había participado en la restauración del Monasterio de Caaveiro por encargo de la Diputación Provincial de A Coruña. Al ser conocedor de la zona y comprobar con una llamada al monasterio que las aguas se estaban retirando de la carretera, le permitieron continuar.

 

Me dirigí a él, le expliqué el motivo de mi visita y me guio por los edificios que tan bien conocía. No os voy a hablar de la belleza arquitectónica del conjunto monástico ni de la intensa influencia religiosa y política que tuvo este lugar durante siglos. Os aconsejo visitarlo, igual que Pontedeume, Redes, los acantilados de Vixía de Herbeira y los hermosos lugares que recorren los pequeños protagonistas de mi novela.

 

Otro azar me llevó hasta las memorias de Alcalá Galiano; al distrito londinense de Somers Town, que habitaron los exiliados españoles que huían de la persecución de Fernando VII. Empezaba a tener las piezas del puzle con las que construir un relato suficientemente atractivo para el público infantil. Mi dilema era cómo unir la aventura del presente con una historia del pasado. La teoría de la relatividad y la fuerza de la palabra me dieron la posibilidad de construir un buen vehículo para viajar en el tiempo.

Podéis ver una sinopsis del argumento en mi web.

 

El desafío de publicar en gallego

 

El profesor José Alfeirán fue quien me sugirió que una historia así debía de publicarla en gallego. Cuando se lo comenté a la historiadora pontevedresa y amiga de la infancia, María José Tíscar, me animó a hacerlo y, además, me prestó su ayuda para conseguirlo. A ambos les doy las gracias.

La última palabra la tuvo Baía Edicións, mis editores que tan bien me han acompañado, a pesar de que la pandemia impidió que nos conociéramos personalmente hasta hace unas semanas. El libro está muy cuidado y ofrece una portada preciosa de Xulia Pisón, que ha acertado plenamente con su ilustración. Como en O segredo de Caaveiro, el espacio no ha sido problema para forjar con ellos un trabajo final del que me siento muy satisfecha y del que espero que lectores de todas las edades puedan disfrutar.

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