Almudena Grandes, una luz sobre nuestro pasado reciente

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Con Almudena Grandes me sucede lo mismo que con Carmen Martín Gaite, son para mí escritoras de cabecera, sus libros son un referente, una luz sobre nuestro pasado reciente y una compañía imprescindible que harán que Almudena Grandes siga entre nosotros.

 

La escritora madrileña forma parte de esas personas que ennoblecen a una ciudad y a todo un país. Su ambición por recuperar la memoria de los años más oscuros de nuestra historia es el legado que deja y que la hará perdurar en nuevas generaciones de lectores.

 

Escribir sobre Almudena Grandes, recordar alguna anécdota sobre ella o cualquiera de sus libros, es la manera que  quienes la admiramos tenemos de rendirle un merecido homenaje.

 

Por eso, hoy me hago a un lado y le cedo el espacio de este blog a Pedro Montoliú, cronista de la Villa, que coincidió con la escritora en su amor por Madrid y en su interés por rescatar la memoria histórica de nuestro siglo XX. Este es su recuerdo:

 

Memoria del siglo XX

 

En 2010 la editorial Sílex, con la que llevaba trabajando desde 1985, me publicó el libro Madrid bajo la dictadura que era el quinto de la serie que yo dedicaba a Madrid siglo XX.  Iba a salir en el mes de noviembre por lo que ya desde junio comencé a darle vueltas sobre quién me lo podría presentar.

 

Estaba claro que en la mesa tenía que estar el alcalde Alberto Ruiz Gallardón, al igual que en mis libros anteriores habían estado Enrique Tierno, Juan Barranco, Agustín Rodríguez Sahagún, José María Álvarez del Manzano y el propio Alberto Ruiz Gallardón.

 

Hacía tres años que Almudena Grandes había publicado El corazón helado y antes de aparecer el mío se había editado Inés y la alegría. Hablé con el que entonces era mi editor, Ramiro Domínguez, y le pregunté qué le parecía invitar a Almudena Grandes.

 

Basaba mi propuesta en su madrileñismo militante y en la identidad de las épocas tratadas, ella desde la novela y yo desde el ensayo. A Ramiro le pareció la mejor elección posible y, además, para mi sorpresa, aseguró tener buena relación con ella.

 

Días después me comunicaba que la escritora había aceptado la invitación inmediatamente. La mesa se completó con el urbanista José María Ezquiaga, buen amigo mío, y uno de los mayores conocedores del urbanismo madrileño .

 

Amor por Madrid

 

El acto se celebró en noviembre, en el auditorio de la tercera planta del Palacio de Cibeles, que aún no había sido inaugurado oficialmente tras la profunda remodelación sufrida.  Y, como en todos los actos en los que intervino a lo largo de su vida, fueran pregones o discursos, Almudena se llevó de calle a los asistentes. Volvió a declararse madrileña por los cuatro costados, habló de su amor por Chamberí y aseguró haber leído mis libros sobre la guerra, la posguerra y la dictadura.

 

Tengo que reconocer que me sentí halagado cuando aseguró que me había convertido para ella en “el capitán Trueno de los datos”, pues desde que consultaba mis textos había dejado de preguntar a sus mayores cuánto valía el pan o como era un determinado barrio en los años 40 o 50.

 

En la conversación que mantuvimos antes del acto pude apreciar el profundo trabajo de investigación que Almudena realizaba en cada una de sus novelas y las numerosas fuentes, escritas y orales, a las que acudía.

 

El sábado, tras conocer su muerte, sentí que además de su familia, sus amigos y sus lectores, los habitantes de esta ciudad hemos perdido una de las voces que en los últimos años más ha defendido la memoria histórica y la imagen abierta y solidaria de los madrileños frente al olvido y el ‘nuevo madrileñismo’ que desde distintas instancias nos quieren imponer.

 

Foto del Ayuntamiento de Madrid correspondiente al acto citado.

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